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martes, 3 de abril de 2012

Para deprimirse


Los datos aportados en la jornada de Psicología Clínica y Salud celebrada en el Hospital General de Valencia me parecen espeluznantes. Tal cual, en la nota informativa que incluye declaraciones de Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, afirma que el 64,5 de los pacientes con trastornos mentales es atendido por un médico de Atención Primaria.
La aseveración la remata con una apostilla, primero, y con una dramática conclusión, en segundo lugar. Por una parte señala que “en la mayoría de los casos el facultativo prescribirá tranquilizantes que producen adicción y no resuelven el problema”. Por si no fuera suficiente, finaliza el párrafo asegurando que “la mayoría de los pacientes con trastornos depresivos no está bien medicado”, todo ello a pesar de que conllevan “más discapacidad que los trastornos físicos crónicos”.

Atención de especialistas

¿Hasta qué punto hemos llegado? La base de esta denuncia consiste en reclamar que los especialistas, los psicólogos clínicos, atiendan a quienes deberían de ser sus pacientes. Que no se ocupen de ellos los médicos de familia. Máxime si, según la Organización Mundial de la Salud, la depresión se habrá convertido en la segunda mayor causa de discapacidad en 2020.


Hospital General de Valencia. Imagen tomada
de tresdelsiete.blogspot.com
Mientras la enfermedad se dispara quienes la sufren apenas son consolados con la prescripción de unos tranquilizantes que les hacen más mal que bien. Todo ello con una desaprensiva inercia en la que se mezclan el hastío y saturación de los facultativos de Atención Primaria, la impotencia de los psicólogos clínicos ante tamaño disparate y la condena de los pacientes a que su situación empeore.
Si ya no cuidamos –o no cuidan quienes asumen esa misión- de nuestra salud, de qué vamos a cuidar. Desde luego, cuando lees informaciones como esta y cuando te enteras de incontables casos de desatención o errores propiciados por la dejadez, te echas las manos a la cabeza. Un poco de responsabilidad. No, mejor muchísima responsabilidad porque estamos hablando de nuestra salud y de nuestras propias vidas.